Colombia hoy está ante las puertas de Jano, el dios romano de la incertidumbre
Los votantes colombianos acudirán nuevamente a las urnas el domingo, 19 de junio, para participar en la segunda vuelta electoral entre el izquierdista Gustavo Petro y el derechista Rodolfo Hernández. |
Por Alexis Méndez
Twitter: @Alexis_mendez
En los dioses toca pensar, a propósito de las elecciones de segunda vuelta en Colombia, un país que hoy manifiesta (sufre) una profunda división social, estructurada básicamente por sus conflictos, entre los que están los armados y de ideologías latentes, formas de pensar que dan como resultado la estigmatización de la población que va hacia un lado y la que va hacia el otro.
La mitología romana nos muestra a Jano como el dios de las puertas, de los pasos y las transformaciones; el mismo que simboliza el devenir de la vida, la evolución, que se presenta con dos caras, representando también un futuro incierto.
Jano es el dios romano por antonomasia, ese que no tiene un equivalente griego, al que se le invoca cada 1 de enero, de ahí su nombre (del latín lanuarius a janeiro y janero, y de ahí a enero).
Y toca pensar en el próximo domingo, 19 de junio, fecha que fungirá como ese primer día del año de los colombianos, donde, más que invocar, tendrán que decidir lo que sigue.
Tendrán que elegir cuál puerta abrir, si la de la izquierda eufórica que se muestra entre el vaivén de una moda o el hartazgo del accionar de la derecha en América Latina; o la de un modelo que, a primera vista, se siente populista, que ha prometido acabar con la manera tradicional de hacer política.
Ambas propuestas prometen un "cambio", aunque solo una pone esta palabra en el letrero. Es la del candidato del Pacto Histórico, el líder de la izquierda Gustavo Petro, de 62 años, actual senador y ex alcalde de Bogotá, con dos intentos fallidos en la carrera presidencial.
Petro quedó en el primer lugar en la primera vuelta electoral del pasado 29 de mayo, acumulando el 40% de los votos. Pero, parece que no tiene más cielo para volar, pues en las redes sociales, medios de comunicación y en cualquier ambiente, se habla del "anti-petrismo", una posición en la que, se supone, se encuentra todo el que no votó por él.
Es un sentimiento que viene del rechazo generado, entre otras cosas, por una hoja de vida matizada por su participación en el Movimiento 19 de Abril (M-19), una guerrilla armada cuyo accionar está entre los años 1974 y 1990, cuando dieron por finalizada sus acciones militares para pasar a ser la fuerza política Alianza Democrática M-19.
A lo mencionado se suma una posible vinculación en la actual campaña con otros grupos guerrilleros y un entorno al que los colombianos acusan de estar involucrados en los disturbios creados en el paro nacional ocurrido en 2021.
Además, dos fresas tan grandes como el pastel son, primero la polarización que Petro y sus seguidores han construido, señalando al expresidente Álvaro Uribe Vélez como el causante de todos los males de Colombia; y segundo, los nexos que, según sus contradictores, tiene con el gobierno de Venezuela de Nicolás Maduro y con militares venezolanos vinculados al narcotráfico.
La otra puerta la tiene el ingeniero Rodolfo Hernández, empresario próspero, exalcalde de Bucaramanga y quien obtuvo el segundo lugar con 28% de la votación. A sus 77 años, no tiene las poses del político tradicional y se ha concentrado en un discurso sencillo y directo: acabar con la corrupción.
A Hernández, además, se le reconoce haber predicado con el ejemplo, pues demostró que se puede hacer una campaña eficiente y austera.
Tales bondades lo han convertido en titular del tan mencionado "cambio", a pesar de no usar esta palabra en su estrategia de campaña. Sin embargo, la franqueza con la que habla, que para muchos es uno de sus mayores atributos, ha resultado un arma de doble filo, pues en ocasiones, Hernández ha mostrado no tener la capacidad para gobernar a Colombia, lo que su adversario se ha encargado de resaltar, mostrándolo como un incapaz, carente de las competencias necesarias.
Y aquí surge la dicotomía entre muchos de los que votaron por el excandidato Federico Gutiérrez, que en la primera vuelta captó la atención del 23% de los votantes colombianos. Estos no quieren votar por Petro, cuya propuesta atemoriza el desarrollo de la libre empresa y plantea otros demonios que pueden atentar contra la clase trabajadora; pero temen votar por Hernández, un candidato que, a la vista, no presenta una propuesta clara.
Es la razón por la que, a pesar de la fuerza que ha cobrado el "anti-petrismo", la mayoría de las encuestas arrojan un empate técnico entre ambos candidatos, visibilizando una tercera puerta, la del voto en blanco, y poniendo cierto freno al crecimiento que Hernández había experimentado.
Hoy, entre ánimos caldeados, Colombia transita por el mundo de Jano, también llamado dios del cambio y el tiempo. Cobijada por la incertidumbre, a pocos días, la nación suramericana no tiene claro si el porvenir será bueno o malo.
Pero tiene que poner rostro a las caras, decidirse por una puerta, la que conducirá por camino seguro, o tal vez escabroso- pero camino al fin- o que guiará hacia un salto al vacío. Es un panorama nebuloso, para el cual se necesitará de la sabiduría y la bendición de Dios, el de los cristianos, ese que, por fe, los colombianos han convertido en su ganador indiscutible.
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