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Reflexión: ¿Por qué pasan los accidentes?

Por Rafael Baldayac
Especial para Mi Tierra News

SANTO DOMINGO - Como una verdadera catástrofe calificamos a principio de este año el saldo trágico de unas 40 personas muertas, fruto de la celebración de las festividades navideñas, según el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) de República Dominicana.

La entidad reveló que durante las fiestas de Navidad y Fin de Año a nivel nacional se registraron 186 accidentes de tránsito, resultando afectadas por estas 229 personas, algunas de ellas cristianas.

Una de las cosas más difíciles de seguir a Dios es cuando vemos que le ocurren hechos trágicos afectando a las personas que amamos. Muchos nos preguntamos: ¿Por qué Dios permite que los cristianos mueran en accidentes? ¿Qué dice la Biblia de la muerte por accidente?

Cuando el dolor y la tragedia están cerca o cuando nos enteramos de que alguien a quien amamos y seguimos a Dios ha muerto repentinamente de forma inesperada o trágica, podemos preguntarnos dónde está Dios y por qué no ha intervenido.

No siempre entendemos por qué Dios hace lo que hace. Por qué elige que algunos sigan viviendo y otros no.

Las Escrituras nos dicen que Dios nunca nos deja ni nos abandona (Deuteronomio 31:6). Él es nuestro refugio y nuestra fortaleza, y una ayuda en tiempos de angustia (Salmos 46:1). Él es nuestro Pastor: nos guía, nos provee y nos protege (Salmo 23).

Entonces, ¿cómo conciliar estas dos cosas?... Por un lado, está la verdad absoluta de la protección y provisión divinas de Dios; y por el otro lado, está el hecho de que nuestros hermanos en la fe (o en la carne) mueren a veces de manera repentina, inesperada y trágica.

La gente se ha esforzado por explicar este principio durante milenios. En el tiempo de Job, hubo un malentendido expresado por sus amigos de que, de alguna manera, Job merecía lo que le estaba sucediendo como resultado de sus pecados: una relación muy básica de causa y efecto.

Gran parte del libro de Job consiste en el abordaje de este tema entre Job, sus amigos y Dios. A su vez, los budistas han enseñado el concepto de karma durante varios miles de años, que consiste en que las acciones de una persona tienen consecuencias a largo plazo.

Al igual que una cuenta bancaria cósmica, cada acción es un crédito y un débito contra tu futuro, y cualquier consecuencia menor es el resultado del saldo de tu cuenta.

Las buenas acciones conducen a un buen karma, las malas acciones conducen a un mal karma.

Jesucristo se topó con esta línea de pensamiento durante su ministerio terrenal cuando ocurrieron dos situaciones trágicas en Judea.

En la primera de ellas, varios hermanos de Galilea fueron asesinados y su sangre se mezcló con los sacrificios de Poncio Pilato. En la segunda, un grupo de personas murió cuando se derrumbó la Torre de Siloé. (Lucas 13:1-5).

El punto que explicó Cristo a los reunidos fue que estas personas fallecidas no eran peores pecadores que cualquier otra persona y que lo ocurrido no era el castigo por una vida de pecado. Él ilustró a los reunidos que este destino, la muerte, llegaría a todos los seres humanos y que debían redimir (aprovechar) el tiempo y arrepentirse.

Cuando Satanás tentó a Jesucristo en Marcos 4, citó un pasaje del libro de los Salmos, donde el salmista alaba al Señor por su protección: "No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra" (Salmos 91:10-12).

La vida como cristiano no es fácil. En ninguna parte de las Escrituras se nos promete una vida libre de dolor, sufrimiento y tragedia. De hecho, la Biblia dice exactamente lo contrario.

Sin embargo, no debemos echarle la culpa a Dios por todo error humano, descuido e irresponsabilidad es pasar la pelota. No nos gusta, pero tenemos que aceptar el hecho de que Dios nos ha dado una gran responsabilidad para determinar lo que sucede en este mundo.

La mayoría de los accidentes se deben a que fallamos en nuestra responsabilidad. Dios permite esto porque nos permite ser libres.

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