Reflexión: En política, todo es espejismo
El juicio sobre si lo que un político dijo es verdad o es mentira queda en manos de los electores.
Especial para Mi Tierra News
La mentira es una práctica que tradicionalmente la opinión pública relaciona con la profesión política.
Esa postura ampliamente aceptada entre los miembros de las sociedades democráticas, con independencia de su edad o color político, se construye sobre una imagen artificial en la que habitualmente pensamos que la política en general, y los dirigentes políticos en particular, eran más sinceros y francos en el pasado; mientras que, los candidatos políticos de las actuales democracias representativas aparecen como mentirosos según las circunstancias.
La manipulación estadística y la convicción, en general, son una práctica aceptada y admitida en las democracias con un alto grado de desarrollo tecnológico y a través de la implantación de las nuevas tecnologías para favorecer la decisión electoral de las personas.
De hecho, hay empresas especializadas (Imagen & Encuestadoras) en ofrecer este tipo de servicios y el propio conocimiento político, psicológico y neurológico está mostrando un interés en los últimos años por profundizar en ámbitos como la conducta humana y su respuesta ante determinados estímulos.
Existe una larga tradición del pensamiento político que acepta positivamente que los políticos mientan a los gobernados. Por suerte, actualmente la mentira del político puede ser penalizada por sus votantes.
El juicio sobre si lo que un político dijo es verdad o es mentira queda en manos de los electores.
Si los electores consideran que mintió, se tratará de una mentira ilegítima y que, al no ser aceptada por los votantes, puede suponer el final de la vida pública de un político.
Aunque los políticos pueden mentir, la ciudadanía tiene la posibilidad de castigarlos electoralmente si se siente engañada o defraudada.
Conciliábulos, ocultación de información, tergiversación y el secretismo han estado presentes en la vida pública de cualquier sociedad humana organizada en cualquier época.
Desde el imperio griego y romano hasta la Edad Media europea, pasando por las primeras dinastías chinas, la ausencia de veracidad ha acompañado a las élites políticas. Para explicar más adecuadamente esto, vamos a hacer un breve recorrido a través del pensamiento político para comprender qué se ha dicho acerca de la mentira a lo largo de la historia.
El monopolio de la verdad no es de nadie. Usted sabe que la política antigua y medieval estuvo dominada por una consideración positiva de la mentira heredada de Platón. El filósofo ateniense sostiene que sólo pueden ser gobernantes aquellos seres humanos que estén inclinados por su naturaleza al desempeño intelectual.
Los gobernantes aptos eran aquellos que consiguieron alcanzar a comprender la idea del bien supremo, así el elitismo intelectual platónico de la República estableció una frontera entre los versados y los ignorantes e introduce un paternalismo autoritario que dicta que aquellos que mantienen el monopolio del conocimiento de la verdad deben guiar a la masa.
Ahora bien, la mentira es un instrumento que Platón sólo acepta que sea empleado por los políticos hacia los súbditos, pero se considera un crimen si esa manipulación procede desde los gobernados hacia sus superiores.
En síntesis, los seres humanos de un orden superior están autorizados moralmente, a guiar a los inferiores mediante el empleo de la mentira.
Yo no creo eso. Elites dicen que se debe mentir, por el bien del país. Metáfora errada.
Situándonos en la cultura europea antiguas, Maquiavelo tenía una visión pesimista del ser humano como una criatura débil y malévola. Por eso, el autor italiano en "El Príncipe" recomienda la mentira, el fingimiento y las falsas promesas como un instrumento político:
"Si todos los hombres fueran buenos, este precepto sería malísimo, pero ellos como son malos y no observarán su fe con respecto a ti si se presentase la ocasión, no estás obligado a guardarles tu fidelidad", su axioma preferido.
Giucciardini, quién fue coetáneo de Maquiavelo, establece que cualquier acción política que vaya dirigida al mantenimiento del gobierno de un país debe quedar libre de una valoración moral, dando lugar a la llamada "razón y seguridad del Estado".
Con independencia de la época y la razón, existen cientos de páginas sobre la aceptación de la mentira en la vida pública y esto no debería de sorprendernos en la actualidad.
Ahora bien, debemos situar la práctica de la mentira en nuestras sociedades, se argumenta que los partidos políticos son industrias o marcas que confeccionan un producto que son los candidatos políticos, y que sus ideas son consumidas por los votantes qué los elogian.
En cada una de estas situaciones nos colocamos una máscara e interpretamos un guión socialmente establecido y solo cuando nos retiramos por la noche abandonamos esas máscaras para ser nosotros mismos.
¿Te mirasteis en ese espejo, líder político? En 2024 votaremos en secreto, intransferibles y sin que te bajen línea, dulce venganza de bases.
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