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En República Dominicana, mucho cuidado con la libertad de expresión


Por Manuel Almánzar Castillo
Excónsul de República Dominicana en Miami

Parece que en nuestra República Dominicana todo es una moda. En el Congreso Nacional, la moda vigente es considerar varios proyectos de ley que buscan limitar la libertad de expresión; más bien la libertad de opinión.

Uno de ellos es la llamada Ley Mordaza, de la senadora Melania Salvador. Hay otras propuestas, incluyendo una que busca regular la publicidad gubernamental, entre otros, que supuestamente intentan proteger la intimidad y el buen nombre de los ciudadanos.

Según Aurelio Henríquez, presidente del Colegio Dominicano de Periodistas, se trata de unos 20 proyectos de ley que procuran controlar la libertad de expresión. El jefe de gremio de comunicadores recordó que el Artículo 45 de la Constitución de República Dominicana consagra el derecho a la libertad de expresión.

Es tan serio el asunto, que el presidente Luis Abinader Corona creó una amplia comisión de periodistas y abogados especializados para que produzcan un informe sobre el tema.

Los promotores de estos proyectos parecen olvidar que no hay democracia sin información. Ésta es imprescindible para la participación política, o en cualquier discusión o debate que se genere en la sociedad.

Así como el pueblo es el único soberano para escoger a sus gobernantes a través de elecciones libres, abiertas y democráticas, son los ciudadanos y periodistas quienes tienen el derecho de valorar las acciones públicas a través de las críticas; con igual derecho que tienen los gobiernos y sus adeptos de defender su obra de gobierno.

De paso vivimos una época donde la información circula a velocidades inimaginables. Los medios digitales, las redes sociales, la internet, en sentido general, nos dicen al instante de producirse cualquier hecho, acontecimiento, actividad política, deportiva, artística, accidente o cualquier evento que ocurra, no importa en qué rincón del planeta.

Pretender controlar lo que le llega o no a los oídos u ojos de los ciudadanos, en mi opinión, parece ser una tarea inaceptable para la época.

Obviamente hay una gran responsabilidad de todos aquellos que usen los medios de comunicación disponibles, de hacerlo con decencia y sentido común, sin afectar a terceros y procurando edificar a quienes les den el privilegio de leer o escuchar libremente sus ideas y opiniones.

Las normas y valores democráticos nos proporcionan las herramientas que bien usadas fortalecen en vez de debilitar el Estado de derecho al que aspiramos.

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