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El dominicano ausente... Una diáspora activa y solidaria

Para nadie es secreto que los dominicanos que abandonan su país en busca de oportunidades jamás cortan el cordón umbilical que los conecta con su tierra. No obstante, hoy un curioso fenómeno ocurre con los hijos y nietos de los migrantes dominicanos que, aunque no nacieron en Quisqueya, se sienten culturalmente identificados con ella.

Por Manuel Almánzar Castillo
Excónsul de República Dominicana en Miami

Mucha gente en República Dominicana comenta que el dominicano que se fue del país siempre tiene un pie aquí y el otro allá. Es decir, que nunca se desconecta de sus raíces, ni olvida a su país y su familia; razones no le faltan a quienes piensan así.

Cuando le preguntas a cualquier ciudadano dominicano que le llevó a salir de su tierra, la respuesta casi siempre es, "para ayudar a mi familia", "para hacerle una casa a mi mamá", " para garantizarle un mejor futuro a los hijos", entre otras.

Pocas veces los argumentos para emigrar son individualistas; ósea, casi nunca se habla de proyectos individuales, sino familiares.

Desde que tengo uso de razón, he escuchado de familiares y amigos que se fueron para "Nueva York" (aunque probablemente vivan en alguna otra ciudad estadounidense), y para aquellos lejanos días, se hablaba del trabajo en "factorías", bodegas, etc.

Lo que quiere decir es que se trataba de personas con trabajos humildes y de bajos ingresos. Aunque quizás, cuando se comparaban los dólares que ganaban en Estados Unidos con los salarios que recibían en Quisqueya, se veía mucho más dinero. Con lo que recibían podían mantenerse fuera del país y mensualmente mandarle unos "chelitos" a sus seres queridos.

Era tanta la generosidad del dominicano ausente, que "los viajantes" o la "gente que viaja", se convirtió casi en una categoría social.

El tiempo es el mejor amigo de los hombres y mujeres de trabajo. La comunidad dominicana de hoy es mucho más variada. Actualmente tenemos de todo: grandes, medianos y pequeños empresarios; profesionales exitosos, un representante electo ante el Congreso de Estados Unidos, alcaldes y vicealcaldes, representantes estatales, concejales, jóvenes llenos de ilusiones, hijos y nietos de dominicanos nacidos que nacieron lejos de Quisqueya, pero con las mismas oportunidades de otras comunidades.

Hoy, las segundas y terceras generaciones de dominicanos en Estados Unidos tienen acceso a las mejores universidades; y son ellos, con sangre dominicana en sus venas, quienes han crecido y se han desarrollado, luchando por un mejor futuro y aportando a la sociedad que acogió a sus padres y abuelos.

Lo mejor... aunque son estadounidenses por su pleno derecho, cuando se les pregunta ¿de dónde eres?, la respuesta casi siempre es la misma. Dicen con orgullo, "yo soy dominicano". Y sin indagar más, con frecuencia agregan: "a mí me criaron comiendo arroz, habichuela y carne, escuchando merengue y bachata; crecí hablando inglés en la escuela y español en la casa".

Muchos de estos jóvenes dedican tiempo a "pensar en su país", y cuando se van de vacaciones les gusta pasarlas caminando por las calles en donde se criaron sus padres.

Una parte muy importante del Producto Interno Bruto de República Dominicana se nutre de los aportes de las inversiones de los dominicanos que viven fuera.

La última gran demostración la dieron los dominicanos de la diáspora en medio de pandemia del COVID-19, cuando se reportó un aumento extraordinario en el envío de remesas al país, a pesar de que la nación americana también sufrió una notable paralización laboral.

Uno podría especular que algunas de las ayudas que los dominicanos recibieron del gobierno de Estados Unidos, supuestamente para aliviar sus bolsillos durante la crisis, una buena parte fue enviadas a sus familiares en República Dominicana. Ante ustedes, dominicanos de fuera, me quito el sombrero.

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