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Análisis: ¿Está Haití invadiendo de forma "lenta y pacífica" el territorio dominicano?


La entrada ilegal de haitianos a suelo dominicano es cada vez mayor, y hay quienes argumentan que su presencia estaría agravando el problema del desempleo y causando un aumento en la delincuencia.
Foto: msjennm vía Pixabay

"La Isla es única e indivisible"... Esa es la errada filosofía que sembró el General Toussaint L'Ouverture a principios del Siglo XIX cuando logró que Haití se convirtiera en el primer país del continente americano, después de Estados Unidos, en independizarse de una potencia europea.

L'Ouverture, quien apenas medía 5 pies, 4 pulgadas de estatura, y cuando nació recibió el nombre de Pedro Dominique Toussaint Breda, estipuló en la Constitución que aprobó Haití en 1801, que el territorio haitiano se extendía por toda la Isla de Santo Domingo.

El problema radica en que, los que por sus venas corre sangre dominicana, están conscientes de que, si bien la isla es una, la misma está completamente dividida en dos partes: Un tercio perteneciente a Haití, y las dos terceras partes restantes a República Dominicana.

La división, además de estar claramente marcada con una frontera física, va más allá de ser un asunto territorial. Haitianos y dominicanos son diferentes en casi todos los aspectos. Tienen culturas diferentes, idiomas diferentes, religiones diferentes, y hasta razas diferentes.

Quizás una de las mejores explicaciones de cuán marcada es la diferencia, la hizo la escritora estadounidense Michele Wucker, quien en su libro del año 2000 "¿Por qué los gallos pelean?: dominicanos, haitianos y su lucha por la Hispaniola", plasmó un resumen histórico del tormentoso pasado que comparten ambas naciones.

Los dominicanos aún tienen abierta la herida que dejó en sus corazones la violenta ocupación haitiana, que por 22 largos años aterrorizó a los criollos quisqueyanos de descendencia española, quienes jamás se identificaron como haitianos y que, en febrero de 1844, iniciaron una lucha para expulsarlos e independizase.

Muchos haitianos, por su parte, todavía sufren el dolor que dejó el irreparable genocidio que en octubre de 1937 encabezó el dictador dominicano Rafael Leonídas Trujillo, y que dejó un saldo de ente 12,000 y 35,000 haitianos muertos, en lo que hoy se conoce como la Matanza del Río Masacre.

La realidad es que estos tropiezos históricos indudablemente empañan el horrible pasado compartido por estos dos países, pero no justifican lo que parecería ser una invasión pacífica, que actualmente llevan a cabo los miles de haitianos que semanal ingresan al territorio dominicano.

Expertos estiman que, en los últimos 178 años, los dominicanos han perdido alrededor de 6,200 kilómetros cuadrados del territorio original que tenía República Dominicana cuando se independizó de Haití.

A esto se le añade el daño ecológico causado por los haitianos a lo largo de la actual frontera domínico-haitiana, donde se han devastado los recursos naturales de la isla al punto que el daño puede verse claramente desde el aire cuando se vuela en avión.

Está claro que hoy, los haitianos consideran al territorio dominicano como un refugio económico; el lugar más accesible para escapar de la pobreza y de la violencia de su país en busca de una oportunidad para trabajar y vivir en paz.

Y es que, además de ser el país más pobre del hemisferio, está más que documentados que Haití actualmente es controlado por despiadadas pandillas, capaces de reclutar a niños de seis y siete años, para convertirlos en atracadores y asesinos para cuando alcancen la adolescencia.

Lo peor: En la misma maleta que los haitianos traen sus deseos de superación a República Dominicana, algunos también empacan consigo sus malos hábitos delictivos. Los casos de actos violentos perpetrados por haitianos en suelo quisqueyano son cada vez más crueles y frecuentes.

A la mente me llega el asesinato en Hato Mayor de José Laureano, de 53 años, quien en julio de 2021 fue macheteado y tirado a morir en una cisterna por dos haitianos, quienes luego agredieron sexualmente a su novia y se dieron a la fuga.

También está el caso de Fausta Antonia Sena García; una niña de 14 años quien en mayo de 2017 estuvo al borde de la muerte luego de que un haitiano le amputara sus brazos tras propinarle al menos 20 machetazos, por el simple hecho de que su familia se opuso a que fueran novios.

Meses antes, en enero de 2017, en Villa Tapia se reportó el atroz delito cometido por seis haitianos y un dominicano, que entraron a una residencia, ataron a los esposos propietarios, robaron sus pertenencias y, frente a ellos, violaron a su hija de 26 años, quien en ese momento era estudiante de término de psicología.

La lista de hechos inhumanos perpetrados por haitianos en suelo quisqueyano sigue y sigue…  Y parecería que no hay nada que los dominicanos puedan hacer para evitarlos.

A esto se le suma el hecho de que, en 2021 Estados Unidos repatrió a más de 20,000 haitianos, quienes ahora están de regreso a su empobrecido país, muchos de ellos sin trabajo y buscando qué hacer para sobrevivir.

Por tal motivo es lógico pensar que un considerable número de estos deportados atravesaron ya la porosa frontera domínico-haitiana, para empezar una nueva vida en territorio quisqueyano, aunque signifique delinquir para sobrevivir.

La situación entre Haití y República Dominicana es gravísima, y no tiene una solución simple. El gobierno dominicano indudablemente tiene que tomar medidas drásticas para frenar la entrada ilegal de haitianos a su territorio, y al mismo tiempo, lidiar con los cientos de miles que ya viven ahí.

Pero a la vez, la comunidad internacional debe abrir los ojos y ayudar a la Hispaniola, porque indudablemente, la isla es única, y está marcadamente dividida. Yo soy Fernando Almánzar y a sí veo las cosas.

El periodista Fernando Almánzar es ganador de tres Premios Emmy a la excelencia en la producción de televisión, y actualmente trabaja en Miami como productor y editor de asignaciones de CNN en Español. Puede escribirle por email a fernandoalmanzar@aol.com.

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