Meditando el futuro después de elecciones... ¿Qué debemos cambiar?
Por Johnny SánchezJohnny Sánchez, economista
Especial para Mi Tierra News
"El hombre recupera su dignidad mediante el trabajo" - Eclesiastés...
No hay dudas de que, quien pierde su trabajo, el Estado debe ayudarlo y acompañarlo. Pero por un tiempo muy determinado, y no de manera eterna. Axioma mío.
Desde que el gallo colorao empezó a repartir desde el Palacio Presidencial a todas las masas, en República Dominicana se instituyó el "yo me siento hasta que me den y no quiero chin". Esa cultura de recibir la agrandaron los expresidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejia y Danilo Medina; y ahora, lo continúa Luis Abinader Corona, con la ayuda doble.
No nos oponemos a las ayudas, porque sí son necesarias. A lo que me opongo es en convertirlas en un modo de vida, y que algunos beneficiarios respondan: "No muevo un dedo, espero me mantengan", una actitud derrotista y vil en una sociedad donde todos debemos aportar.
Mire... Uno de los problemas de Quisqueya y sus gobernantes de las últimas décadas es la demanda de una sociedad que cada vez le pide más al Estado, y éste se lo da para tenerlos cautivos en sus respectivas fincas políticas.
La respuesta la encontramos en que la velocidad de la asistencia del Estado mediante los planes sociales le ganó la carrera al trabajo formal e informal y al empleo por mi cuenta. Sencillamente, en la actualidad, ser beneficiario de una ayuda con tarjeta, Supérate, bono gas, etc., para alimentar y tal vez, un programa extra es lo que aspiran muchos y eso da pena.
Recuerdo que en la temporada post pandemia, especialmente durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2022, se implementó un programa de puente al empleo, llamando a trabajar a gente nueva, sin experiencia, y con bajos sueldos.
Era como una idea de condicionar los planes sociales ayudándote por poco tiempo y trasladándose por trabajo, a todos, para producir sacando gente de planes sociales. Pero los funcionarios nos dijeron en Navidad que nadie, supuestamente, se anotó para trabajar. Todos quieren visa para tener su sueño o ayudas gubernamentales.
Los postulantes dieron miles de excusas y nadie quiso coger la lucha para cobrar tres meses después por entidades que no tienen recursos ni para comprar papel y gastos básicos.
Los que investigamos el trabajo y las políticas públicas de empleo, y sobre todo estamos en la incansable búsqueda de la eliminación o reducción del conflicto laboral y la equiparación de la relación dispar entre empleador y dependiente, sabemos a ciencia cierta que esta transformación difícilmente será exitosa.
Ninguna persona que cobra un plan social, como el potenciar trabaja de voluntario, y te daré ayuda o una asistencia del Estado, tiene las intenciones o estará inmerso en la cultura del trabajo o el cumplimiento de normas que la ley laboral exige a las partes de un contrato de trabajo.
No está en su comportamiento, hábitos y costumbres si vivió toda su vida del Estado; su racionalidad y pensamiento solo conoce que se le debe pedir al Gobierno y éste tiene la obligación de dar.
Los beneficiarios del asistencialismo del Estado no producen ni siquiera lo que consumen. Solo sobreviven en un círculo vicioso producto de la vulnerabilidad y la pobreza estructural que nunca van a poder salir si estos no invierten en el trabajo y en su capital humano por voluntad propia.
Así como un luchador empleado a tiempo completo no tiene en su genética pedirle al Estado y vivir de los demás, una persona que cobra planes sociales piensa lo contrario, cuanto más le pide al Estado, más se enorgullece de su inutilidad.
Es, repito, la principal razón por la cual, el plan de transformar los planes sociales por trabajo genuino será un fracaso y una pantalla, más de política electoralista.
La única manera de pensar en una próxima generación que no sea, como las últimas tres generaciones, es elaborar un plan que genere políticas públicas de empleo que lleven la bandera del trabajo del futuro consistentes en la globalización, la modernización de las leyes laborales y la inversión de capital humano.
Visualizo un país con mucha gente que no trabaja sino gana mucho, advierto un empleo cada vez más negro y menos genuino. El tejido social cada vez está más tirante y vicioso alimentado por los gobiernos que engordan el Estado sin escrúpulos. Cambiemos esa actitud.
Seamos claro, un país tiene la obligación social de invertir en educación y apostar al trabajo como única política de inclusión social, alentar la inversión privada y engrandecer aquellos que quieren producir o generar empleo, no hay ninguna duda: La educación y el trabajo son los dos factores de producción medulares para cambiar la vida de la gente, pero den oportunidad, condicionen ayudas a luchar para salir de la indigencia.
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