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OPINIÓN | La educación, instrumento de liberación

Por Manuel Almánzar Castillo
Excónsul de República Dominicana en Miami

En República Dominicana, mucho se habla acerca de la educación. Pero, al final del día, poco se hace. ¡Sin educación no hay progreso!

Los pueblos se desarrollan a partir, no solo de la inversión en la educación, sino también del diseño y aplicación de políticas académicas concebidas con criterios científicos y de alcance generalizado, donde los sectores marginados obtienen las mismas oportunidades educativas que los alumnos hijos de las personas más pudientes.

Se trata de tener acceso a una educación de calidad; bien dirigida y aplicada por maestros y directivos comprometidos con la preparación de sus estudiantes, conscientes de que la educación es un instrumento de liberación.

La mayor parte de los males que hoy aquejan a la sociedad dominicana, no existirían -o fueran escasos- si nuestros niños y jóvenes tuvieran en la educación alternativas para liberarse de la pobreza, los vicios, la delincuencia, y todas las opciones negativas que ofrece la calle a aquellos que, en vez de estar en un aula recibiendo el pan de la enseñanza, están fuera aprendiendo técnicas para perjudicar el desarrollo de nuestra sociedad.

La criminalidad y las pandillas sin dudas están castrando el futuro de muchos de nuestros jóvenes y esto, insisto, es precisamente por la carencia de un buen programa académico.

La educación ofrece la capacidad de pensar, de tener tu propia visión y opinión; proporciona las herramientas que ayudan a labrar tu propia vida, y poder encaminar y enseñar con tu ejemplo a los demás, incluso a tu propia descendencia.

El principal responsable de proporcionar una educación de calidad a los ciudadanos -y sus hijos- es el Estado. Es a partir de la visión del Estado que se podrá iniciar y dar seguimiento a programas educativos que le proporcionen a nuestros niños y adolescentes contenidos académicos que le pongan en contacto con las ciencias, las matemáticas, el buen uso del idioma, de lenguas extranjeras, la preservación y el cuidado del medioambiente.

Una buena educación también fortalece la creación de la conciencia ciudadana y el compromiso de servir incondicionalmente a los mejores intereses de la patria. El Estado tiene que asumir su rol, ejercer su compromiso con la educación, definir prioridades    mediante mecanismos de concertación democrática con otros sectores de la sociedad.

La protección especial a los grupos socialmente vulnerables es vital, así como la evaluación de resultados y su amplia difusión entre los usuarios.

Trabajemos pues por una educación de calidad, inclusiva, que alcance cada hogar dominicano; que todos tengan acceso a sus beneficios y que contribuya a liberarnos de las ataduras que mantienen gran parte de la población sumida en la ignorancia, la pobreza, la desesperanza, el abandono y la exposición permanente a los peligros de un mundo cada vez más complicado.

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