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El beso: ¿un acto adorable o despreciable?

Por Rafael Baldayac
Especial para Mi Tierra News

Un beso es el acto de presionar los labios contra la superficie de algo o alguien como una expresión social de afecto, de saludo o de amor. Es una forma de comunicación sin palabras para exteriorizar las intenciones del corazón.

¿Has besado a alguien hoy? ¿A tu madre, tu padre, tus hijos, tu pareja o a algún niño? Un beso encierra una tormenta de sensaciones, de reacciones químicas y físicas en el cuerpo de quienes unen sus labios, y tiene un papel en su vínculo.

Los cuestionamientos acerca del beso, específicamente sobre si es un acto adorable o despreciable, salen a la palestra por dos razones recientes…

Primero, la viralización de un video en el que el Dalái Lama, famoso líder religioso budista, aparece besando a un niño en los labios y, posteriormente, señalando su boca para preguntarle al menor si podía "chuparle" su lengua.

El monje, que constituye la cara más visible del budismo tibetano, se vio obligado a emitir una disculpa pública por la abominable conducta.

Y, segundo, cada 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso, conmemorando el beso más largo que se ha registrado en la historia, que tuvo lugar en Tailandia en el Día de San Valentín.

Hoy, sin embargo, la fecha sirve como un recordatorio de la importancia que tiene el beso para las relaciones humanas.

Un beso desata una considerable reacción física y química. Basta señalar que activa una treintena de músculos faciales y, en lo que dura, se transfieren 9 miligramos de agua, 0.45 de sales minerales, millones de microorganismos... Y hasta se queman 15 calorías en un plazo de tres minutos.

Besarse supone un profundo intercambio de sensaciones y de emociones. Y parece que nunca basta con un beso, lo que se explica porque en ese momento el cerebro produce oxitocina, a la que es adicto.

Esta hormona influye en funciones donde se establece un lazo entre dos personas, como el enamoramiento, el orgasmo, el parto y el amamantamiento, y está asociada con la afectividad, la ternura, el tacto cariñoso...

Al besar, el cerebro también libera endorfinas, a las que se atribuye que combaten el desánimo y evitan caer en la depresión. Para las parejas que acostumbran a besarse, esto puede representar el tener una vida más longeva y feliz, ya que encierra un poder terapéutico y psicológico.

¡Muuuaaa! Besarse en la boca es una manera de expresarse amor, pero lo que quizás ignoran es que con un sólo beso de 10 segundos también pueden compartir hasta 80 millones de bacterias.

Esa es la conclusión de un estudio realizado por científicos de la Organización para la Investigación Científica Aplicada (TNO), de Holanda.

No se conoce exactamente el origen del beso, pero se cree que esta práctica comenzó en los antiguos rituales religiosos como signo de respeto.

Se estima que todo comenzó como resultado de la lactancia o quizás mucho más atrás, cuando los seres humanos (homínidos) caminaban por el mundo y tenían que alimentar sus crías a través de la boca.

A lo largo de la historia bíblica, nos encontraremos el beso como un estandarte de paz y fraternidad. Ya sea una forma de saludo, despedida, agradecimiento o muestra de amor puro, observamos como este representa el cariño sincero.

Este signo de afecto se expresa de varias formas y tiene significados en la Biblia, tal como Jesús lo dejó en claro en el episodio de la mujer que le besó los pies (Lucas 7:36-50) en señal de respeto y veneración, agradecimiento o admiración.

También está el beso soñado robado que hace latir el corazón de la locura, el primer beso que nadie olvida nunca, así como en la frente, el cuello o la mejilla, pero siempre con cariño de por medio, a excepción del beso de la traición.

Hay 57 registros de besos en la Biblia, los cuales ocurren en escenarios diversos: bendición y unción (Génesis 48:9–10; 1 Samuel 10:1), recepción cortesana (2 Samuel 14:33; 15:5), tributo a una divinidad (1 Reyes 19:18; Salmos 2:12; Job 31:27; Ósea 13:2, encuentros y despedidas (Ruth 1:9, 14).

El beso de David y Jonatán es de afecto mezclado con emociones profundas, incluyendo el dolor; así otros: Esaú y su hermano Jacob (Génesis 34:4), José y sus hermanos (Génesis 45:15).

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