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Los bolsillos de los peruanos sufren alto costo de su crisis política

Por Fernando Almánzar
Mi Tierra News

En la historia son muchos los enemigos acérrimos que han puesto a un lado sus creencias e ideologías para darse un fuerte apretón de manos, en busca de la paz y para mejorar su entorno social…

Me llega a la mente, por ejemplo, el encuentro del presidente estadounidense Ronald Reagan, quien en 1985 se reunió cara a cara con su rival soviético Mikhail Gorbachev. También lo ocurrido en 1993, cuando el primer ministro israelí Isaac Rabin y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yaser Arafat, se reunieron en Washington como parte de un diálogo de paz para Medio Oriente.

Hay ejemplos más recientes, como cuando en 2013 el presidente Barack Obama saludó cordialmente al gobernante cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Sudáfrica; y hasta el pintoresco encuentro entre el presidente Donald Trump con el dictador norcoreano Kim Jong-Un.

Los ejemplos de enemigos declarados dialogando para mejorar el mundo son demasiados. Por eso no entiendo por qué, el pueblo peruano cada día que pasa está más lejos de solucionar la crisis política que sacude al país desde principios de diciembre.

Una crisis, debo destacar, que hasta la fecha ha enlutado a más de 60 familias peruanas y ha causado cientos de heridos, debido a las violentas manifestaciones que se desarrollan en Lima y otras ciudades importantes de la nación andina.

La situación de inestabilidad se ha filtrado al ámbito económico, especialmente en momentos cuando el mundo enfrenta un problema global de inflación y un lento retorno a la normalidad tras la pandemia del COVID-19.

Datos preliminares, compartidos por la misma presidenta Dina Boluarte, sugieren que las protestas en Perú han causado más de $1,000 millones de dólares en pérdidas.

La mandataria, hablando en una reunión con la Organización de Estados Americanos (OEA), afirmó que la violencia y los bloqueos generaron pérdidas económicas de unos $500 mil dólares, y que los daños a la infraestructura peruana superan los $700 mil dólares, incluyendo daños a 100 instituciones públicas del gobierno y por lo menos 12 estaciones de policía que fueron incendiadas por los manifestantes.

Se estima también que más de 240,000 empresas, en su mayoría propietarios de pequeñas empresas, se vieron afectadas, y tres aeropuertos del país fueron atacados, provocando la suspensión de vuelos, dijo. Estas cifras no incluyen los daños causados a la industria turística de Perú, sobre todo cuánto tiempo tardará en regresar la confianza para que los extranjeros quieran regresar al país.

El problema que veo es que en el horizonte no se vislumbra una posibilidad de regrese la calma a Perú. Todo parece indicar que la presidenta Boluarte es tan mala, o quizás peor, que su predecesor, el destituido Pedro Castillo.

Perú ha tenido seis presidentes desde 2016 y, mirándolo desde afuera, el problema que mayormente afecta a la nación sudamericana es la corrupción en las altas esferas del poder.

¡Hay que estar claros!, y dicho en buen dominicano, ¡Pedro Castillo no e’ paja e’ coco! Aunque la izquierda internacional y algunos comentaristas, politólogos y medios quieran pintar a Castillo como la «víctima» de la crisis, la realidad es que él es uno de los causantes de la actual situación peruana.

Recordemos que el pasado 7 de diciembre, el presidente Castillo intentó disolver el Congreso peruano y de imponer un "gobierno de emergencia". En su discurso habló de imponer un toque de queda permanente y de gobernar exclusivamente con decretos, hasta que un nuevo cuerpo legislativo fuera juramentado.

Sus palabras sorprendieron a todo el espectro político de Perú, incluidos sus propios aliados. Castillo intentó ejecutar lo que fue ampliamente condenado como un intento de golpe de Estado con el fin de aferrarse al poder.

Pero por qué hizo eso el ahora encarcelado presidente. Su movida se produjo horas antes de que los legisladores peruanos realizaran una votación de vacancia contra el presidente por cargos de corrupción.

Castillo, durante sus 16 meses en el poder, nombró a más de 80 ministros y ocupó muchos cargos con aliados políticos que carecían de experiencia relevante, y algunos han enfrentado investigaciones por corrupción, violencia doméstica y asesinato.

Durante su mandato, el Congreso trató de derrocarlo en dos oportunidades, pero no logró obtener suficientes votos para iniciar un juicio político. Castillo está acusado de múltiples cargos de corrupción y nepotismo.

Las protestas que hoy sacuden a Perú son lideradas por quienes respaldan a Castillo, y los que rechazaron el anuncio inicial de la presidenta Boluarte, de realizar elecciones presidenciales en abril de 2024.

En medio de la violencia que desde diciembre sacude al Perú, siento que la solución más inmediata al problema adelantar los comicios. Que todo el que quiera postularse para la presidencia lo haga, incluyendo al propio Castillo. Eso sí, si él o cualquiera de los aspirantes cometió delitos, que quede en manos de la Fiscalía peruana para que los investigue y los procese ante un tribunal.

Lo importante es que, de la misma manera que en múltiples instancias de la historia enemigos acerremos se dieron la mano para encontrar un punto medio y buscar la paz, el pueblo peruano debe unirse para hacer lo mismo y reencaminarse en la vía de la tranquilidad y la democracia. Yo soy Fernando Almánzar y así veo las cosas.

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