Reflexión: La vida es una emoción imperecedera
Por MáximoCaminero
Especial para Mi Tierra News
Cuando uno es un niño, ansia interiormente "ser ya" un adulto. Es un afán inquieto en el que uno "visualiza" esa otra vida en la que será, ¡por fin!, "libre"… También abrigamos en esos primeros años aprender a leer y a escribir.
Tenemos prisa por "comenzar" a deleitarnos del mundo. De descubrir lo que hay más allá de la esquina de nuestra calle. Una vez superado el primer obstáculo, ambicionamos con recorrer el barrio y así hasta que "indagamos" toda la ciudad de cabo a rabo.
Esas emociones se irán diluyendo con el tiempo. Se nos harán transparentes y ya no determinaremos la sorpresa, la maravilla y el milagro de su existencia.
No recuerdo en qué momento alguien me señaló al sol como "aquella luz cegadora" que debía evitar mirar fijo a riesgo de quedarme ciego. Nunca nadie me dijo que esas gotas que caían del cielo llegaban de "esponjas" que flotaban.
Tampoco recuerdo en qué momento descubrí que "esas bolitas rojas" que brotaban de esos "árboles pequeños" eran cerezas; ni que aquellos caparazones verdes guardaban celosos una pulpa carnosa y dulce a la que "alguien" llamó "limoncillos".
De repente todo se hizo conocido… los besos, las despedidas, las ausencias. Ya hubo "una primera vez" que se convirtió en otra, y en otra, y en otra vez.
La emoción inicial, aquella en la que descubrimos sensaciones, deseos, pasiones y sus contrarios, son posiblemente las razones primordiales que empujan a la vida dándole vida, ¡sí! Porque una vida sin emoción no es vida.
Cuando el cuerpo cansado vaya desestimando las emociones carnales, surgirá otra emoción silenciosa que nos irá conversando como un espejo intentando dar respuesta a "esa otra pregunta" que en algún momento de nuestra niñez a otro niño se le ocurrió decir: ¿sabías que nos vamos a morir? Esa emoción "mortuna" nunca nos preocupó, ya que "eso" quedaba muy lejos, según nuestros cálculos.
Así que ya consumidas todas las emociones iniciales, siempre sospechamos que, al final, nos quedaría "la última emoción por descubrir", pero nunca sospechamos, bueno, eso para los que no han hecho consciencia, que "esa emoción final" realmente sería la primera de "distintas" e infinitas emociones.
Así vamos descubriendo que la vida en sí es una emoción imperecedera y que esta es "el aire" que la sostiene. No hay consciencia que carezca de emoción. No se puede "pensar" sin que se produzca una emoción, ya que todo pensamiento es el razonamiento de esta.
Viéndolo así, podríamos afirmar entonces que, existimos gracias a las emociones y que, a la vez, estas, actúan de acuerdo con el "medio" que habitamos… En este estado terrícola, las emociones están contaminadas de "las cosas" que aquí "existen" o que, desde aquí, se vislumbran.
A través de nuestros sentidos, vista, olfato, tacto u oídos, somos "manipulados" a comportarnos de acuerdo con todo lo que estos capten. Máquinas receptoras diseñadas para "percibir" las emociones de este escenario y convertirlas en nostalgias y demás pendejadas que nos hacen "creer" ser parte de ellas.
No podría ser de otra manera, ya que sin estas no tendríamos sentido. La emoción inicial siempre tiene un final que "nos evita" atarnos a esta dimensión rica en emociones exquisitas y viciosas. Se nos brinda en plena intensidad llamando nuestra atención y luego nos tira de las alturas con un paracaídas atado a nuestra espalda. El que no lo sepa abrir se dará duro…
Cuando uno es ya un anciano, ansia disimuladamente volver a ser un niño; analfabeto, inculto, inocente. Sin afán de descubrir la esquina y saboreando de esa libertad en su acera como si fuera una deliciosa y eterna emoción inicial.
¡Salud! Mínimo Caminero...
MáximoCaminero es un reconocido artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, Florida.
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