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Homenaje a las peluqueras, estilistas y barberos en su día

Cada día 25 de agosto rendimos homenaje a una de las profesiones que contribuye a mejorar nuestra apariencia física y cuidado personal al celebrar el Día Internacional del Peluquero.

Por Rafael Baldayac
Especial para Mi Tierra News

Cada día 25 de agosto rendimos homenaje a una de las profesiones que contribuye a mejorar nuestra apariencia física y cuidado personal al celebrar el Día Internacional del Peluquero.

Esta histórica fecha surgió en el siglo XVII cuando la profesión de peluquero era ejercida únicamente por plebeyos. Su labor principal consistía en el mantenimiento y cuidado del cabello de las pelucas utilizadas por la nobleza.

La efeméride es en honor a Luis IX, entonces Rey de Francia y quien durante su mandato jerarquizó esta profesión, declarando a su peluquero oficial como un hombre libre, equiparándolo con caballeros, jueces, médicos y magistrados, y autorizando el uso de un espadín como parte de su atuendo, considerado un símbolo de tal distinción.

Antecedentes históricos destacan que en la antigua Grecia y Egipto los esclavos eran los encargados del cuidado del cabello de sus amos. La cultura egipcia consideraba al cabello como un elemento fundamental de la belleza física, con una función social y religiosa.

Mientras que los griegos convirtieron el culto de la belleza como un pilar fundamental de su cultura, destacando la elaboración de peinados de melenas largas, con rizos y ondas, reflejados en las estatuas y monumentos históricos.

Las peluquerías, salones de belleza y barberías han evolucionado notablemente en los últimos años. Anteriormente se ofrecían únicamente servicios de corte y afeitado a hombres.

En la actualidad, se ofrecen servicios especializados "unisex" para ambos géneros, que rinden culto a la estética: maquillaje profesional, depilación, venta de productos de belleza, masajes, tratamientos para el cabello y cuidado corporal por estilistas, entre otros.

Una anécdota relata que un cristiano entró a una peluquería a cortarse el cabello y la barba, y como de costumbre, entabló una amena conversación con el peluquero. Hablaban cuestiones de actualidad que ocurren en el país. De pronto, tocaron el tema de Dios. El peluquero dijo: Fíjese caballero, yo no creo que Dios exista, como usted dice.

"Pero ¿por qué dice eso?", preguntó el cristiano. El peluquero dijo: "Pues es muy fácil, basta salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. Dígame acaso, si Dios existiera, habría tantos enfermos y niños abandonados"...

"Si Dios existiera", continuó el peluquero, "no habría tanto sufrimiento, violencia, guerra que dejan tanto dolor para la humanidad. Por eso no puedo creer en ese 'Dios de Amor' que usted me habla".

Enfatizó, "si Dios fuera así como dice, él no permitiría tantos adictos a la droga y a otros hábitos destructivos.  No, no… puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas".

Pero el cristiano no quiso responder de inmediato para evitar una discusión estéril. Cuando el peluquero termina, precisamente el cristiano ve a un hombre de la calle cruzando por el frente de la barbería, con la barba y los cabellos largos. Se veía muy desarreglado, andrajoso y harapiento.

Entonces se devuelve diciéndole al peluquero: "Sabe una cosa, ¡los peluqueros no existen!".

De inmediato, respondió, "¿Cómo que no existen?, Yo soy peluquero y recibo a todo el que busca".

"No", puntualizó el creyente. "[Los peluqueros] no existen, porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de este hombre que va por la calle".

Indignado por el comentario el peluquero contestó: "¡sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen donde mí!; ¿por qué me culpas por la condición de este hombre? Si viniera a mi peluquería, yo podría arreglarlo y hacerlo verse como un caballero, si él me lo pidiera.

El cristiano miró fijamente al peluquero y le dijo: "¡Exacto... ese es el punto! Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia él y no lo buscan. Por eso hay tanto dolor y miseria".

No se puede culpar a Dios por permitir que los hombres sigan viviendo en sus malos caminos. Él constantemente los está invitando a acercarse para ser salvados y recibir sus promesas a través de su palabra, pero al igual que este hombre, no se lo han pedido.

Esta decisión es personal, sólo tiene que invitarlo a entrar en su corazón. Jesús te dice: "Yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí" - Juan 14:6.

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