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En Haití la esperanza está casi muerta y los milagros son muy escasos

Un pequeño barco carguero con 356 haitianos que intentaban llegar a Estados Unidos se encayó el 7 de marzo a unas 200 yardas del exclusivo Ocean Reef Club de Cayo Largo, Florida. Por suerte, en el hecho no se reportaron vidas que lamentar.
Foto: Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP Florida)

¡El pueblo haitiano está desesperado! Las condiciones de vida en el pequeño país caribeño son cada vez peores. Y es que, además de ser por décadas la nación más pobre del hemisferio, parecería que Haití actualmente atraviesa por una maldición peor que cualquiera de los desafíos plasmados en el "Infierno" de Dante.

Como todos en el Mundo, en los últimos dos años Haití fue gravemente afectado por la pandemia del COVID-19. Pero también ha sido vapuleado por múltiples desastres naturales, conflictos políticos, secuestros y actos de violencia perpetrados por pandillas ante la inhabilidad de las autoridades locales de imponer el orden.

Su lista de problemas incluye el magnicidio en julio de 2021 del presidente Jovenel Moïse, que desató largos días de disturbios e incertidumbre; seguido un mes más tarde por un terremoto de 7.2 grados de magnitud, que mató a más de 2,000 personas.

Días después del devastador sismo, la situación se agravó con la llegada de la tormenta tropical Grace, cuya furia castigó al pueblo haitiano con fuertes ráfagas de viento y varias pulgadas de lluvia causando aún más muertos y destrucción.

Para escapar de esta situación, muchos haitianos miran hacia el este, del otro lado de su frontera con República Dominicana, donde aspiran encontrar un oasis para vivir y trabajar dignamente.

El problema radica en que, además de que los dominicanos tienen sus propios retos sociales y económicos, las autoridades quisqueyanas simplemente no tienen los recursos necesarios para lidiar con la crisis migratoria generada por el incalculable número de haitianos en suelo dominicano.

Sabiendo esto, hay haitianos que optan por desafiar las peligrosas aguas del Estrecho de Florida navegando en deterioradas y sobrecargadas embarcaciones, en busca de un mejor futuro en Estados Unidos.

El pasado 7 de marzo, un pequeño carguero de madera con 356 haitianos a bordo se encalló a apenas 200 yardas del exclusivo Ocean Reef Club de Cayo Largo Norte, en lo que las autoridades calificaron como una de las operaciones de tráfico humano más grandes de los últimos años.

Al final, 158 haitianos se lanzaron al mar y nadaron hasta la orilla, donde fueron detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza y del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos; mientras que los 198 que permanecieron en el barco averiado, fueron interceptados por el Servicio de Guardacostas, para eventualmente ser devueltos a su país.

En esta ocasión, si bien algunos de los viajeros requirieron atención médica, la buena noticia es que nadie murió ahogado; que es con frecuencia el desenlace de muchos haitianos que se lanzan al mar en busca del codiciado "Sueño Americano".

En enero pasado, cerca de las Islas Bahamas, naufragó una pequeña lancha que viajaba rumbo a Florida con 40 haitianos, de los cuales sobrevivió sólo uno, otro fue encontrado muerto y 38 desaparecieron para siempre en el océano.

Días más tarde, en el mismo mes de enero, el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos interceptó en el mar otra embarcación con 191 haitianos, que también fueron repatriados a la pesadilla de donde escaparon.

¡Los números no mienten! La cifra de haitianos que intentan llegar por mar a Estados Unidos ha aumentado notablemente en los últimos meses. Entre octubre y marzo, el Servicio de Guardacostas rescató a 1,152 haitianos; una cifra bastante alarmante si se compara a que entre 2016 y 2021, el total de haitianos interceptados en el mar fue de 3,900.

Lo peor: Aquellos haitianos que logran completar el peligroso viaje sin ser interceptados por las autoridades, emprenden una vida sin documentos ni la posibilidad de trabajar legalmente en Estados Unidos. Una situación quizás más delicada ahora bajo la administración del presidente Joe Biden, quien, pese a sus promesas de campaña, ha demostrado que la inmigración es su Talón de Aquiles.

El año pasado, a raíz del terremoto del 14 de agosto, la Casa Blanca otorgó un amparo migratorio para frenar las deportaciones y le otorgó permisos a 155,000 haitianos que ya estaban viviendo en Estados Unidos.

Pero la administración Biden también decidió expulsar de manera expedita a los miles de haitianos que intentaron entrar a Estados Unidos a través de México por el cruce fronterizo de Del Río, Texas, negándole la posibilidad de presentar una petición de asilo bajo las reglas destinadas a frenar la propagación de COVID-19, impuestas inicialmente por el presidente Donald Trump.

Hay que aclarar que la amplia mayoría de los 18,000 haitianos detenidos en septiembre pasado en la frontera mexicana habían huido de su natal Haití años antes, y vivido en diferentes países de Centro y Sur América, antes de iniciar su periplo hacia Estados Unidos.

Haití es un problema complejo, prácticamente sin solución. ¿Dónde, por ejemplo, están los más de $13,500 millones de dólares que prometió la comunidad internacional tras el apocalíptico terremoto de 2010? Gran parte de ese dinero nunca llegó, y de lo que llegó, es evidente que no se usó para reconstruir al país y ayudar a sus 11.5 millones de habitantes.

Y me pregunto: ¿Por qué esos países, que en las últimas dos semanas le han abierto sus puertas a millones de refugiados ucranianos que huyen de la invasión rusa, hoy no apuntan sus ojos hacia el Caribe para ayudar a Haití?; ¿será que el color de la piel del pueblo haitiano influye en la generosidad del Mundo?

Aquí en el Sur de Florida existe una pujante comunidad de casi 200,000 haitianos, radicados mayormente en un área de Miami conocida popularmente como "El Pequeño Haití". Muchos de ellos son profesionales, propietarios de negocios y activistas comunitarios, quienes luchan incansablemente porque su país tenga un mejor porvenir.

Pero al mismo tiempo, algunos están conscientes de que en Haití parecería que la esperanza está casi muerta y que los milagros son muy escasos. Yo soy Fernando Almánzar, y así veo las cosas.

El periodista Fernando Almánzar es ganador de tres Premios Emmy a la excelencia en la producción de televisión, y actualmente trabaja como productor y editor de asignaciones de CNN en Español en Miami. Puede escribirle por email a fernandoalmanzar@aol.com.

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