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Donald Trump y su histórica ceremonia inaugural

WASHINGTON, D.C. – Hasta hace muy poco pensaba (de forma equivocada) que la máxima expresión de la democracia ocurría el día de las elecciones cuando los votantes ejercíamos nuestro derecho al sufragio. Sin embargo, no es en las urnas donde ocurre el mejor ejemplo de libertad y pluralismo; sucede durante la transición de poder de un gobierno a otro.

La mañana del viernes, 20 de enero, tuve el privilegio de estar en la capital estadounidense y ser testigo de la juramentación de Donald Trump como el presidente número 45 de Estados Unidos. Cabe destacar que no estaba ahí en calidad de periodista o porque respaldaba la candidatura del mandatario republicano. Tampoco fui a protestar como otros miles de personas...

En septiembre del año pasado, mucho antes de que se supiera quien sería el próximo presidente de Estados Unidos, mi hija de 16 años recibió una invitación especial para tocar en varias de las actividades relacionadas a inauguración presidencial. Mi hija es músico y toca violín desde los cinco años.

A Washington había ido en múltiples ocasiones, pero nunca había visto una juramentación presidencial. Me impresionó el amplio dispositivo de seguridad, y la precisión de cómo se desarrolló todo el evento. Trump, por ejemplo, terminó su juramento presidencial exactamente a las 12 p.m. del mediodía.

Su discurso fue corto y enfático; y para ser sincero se lo agradezco. La lluvia que empezó a caer cuando Trump subió al podio, sumado al frío que soplaba en la explanada, hizo que el histórico momento se convirtiera en algo desagradable.

Me pareció, sin embargo, que a pesar de la magnitud del evento el recién juramentado mandatario aún estaba haciendo campaña. Su discurso era muy parecido a los muchos tantos que promulgó durante su campaña. La meta: "Hacer que América sea grande de nuevo", promoviendo una política centrista donde los extranjeros no somos bienvenidos.

Curiosamente, entre las miles de personas allí estaban los que respaldaban a Trump, en su mayoría blancos, jóvenes y bien vestidos. También, los que repudiaban al presidente, que con sus pancartas y gritos promulgaban mensajes de rechazo.

Todo transcurrió en paz, hasta que algunos decidieron tomarse las calles de Washington para saquear, lanzar piedras y causar incendios. Me encontraba a sólo dos cuadras de dónde ocurrieron los disturbios y me refugié en uno de los museos del área hasta que unas horas (y más de 100 arrestos) más tarde, se calmaron los ánimos.

El sábado después de la juramentación de Trump, en el mismo lugar se realizó también una marcha multitudinaria de mujeres a la que, irónicamente, asistieron más personas. Tuve la oportunidad de estar ahí también, y aunque fue mucha gente y se emitieron muchos mensajes positivos a favor de los derechos de la mujer, yo espero que estos mensajes no sean llevados por el viento y que eventualmente hayan cambios positivos para la sociedad.

Nos guste o no, Donald Trump es el presidente de Estados Unidos. Está al frente de un país completamente dividido y polarizado, pero unido por el interés de que al final las cosas salgan bien. Trump es bombástico, enfático y radical. Pero hasta que no haya otra fiesta democrática en noviembre de 2020, hay que esperar que haga un buen trabajo por el bienestar del país.

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El periodista Fernando Almánzar trabaja como Productor y Editor de Asignaciones en Telemundo, y ha sido galardonado con tres Premios Emmy como miembro del equipo del programa matutino "Un Nuevo Día".

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