República Dominicana y su polémica política migratoria
Hoy nadie se acuerda de Sonia Marmolejos. De hecho, más allá de su círculo de familiares y amigos cercanos, esta joven dominicana oriunda de Jimaní en la actualidad es una total desconocida. Sin embargo, hace poco más de cinco años su historia era diferente, pues su rostro protagonizó las portadas de todos los periódicos dominicanos (y algunos internacionales).
La razón de sus "15 minutos de fama": Marmolejos dejó su bebé en casa y se trasladó a un hospital donde amamantó a unos 20 recién nacidos haitianos, sobrevivientes del devastador terremoto que destruyó a Haití en enero de 2010, que dejó entre 100,000 y 316,000 muertos.
El gesto de amor de Marmolejos es sólo un ejemplo de los muchos que demostró el pueblo dominicano cuando su vecino (Haití) necesitó la ayuda. República Dominicana fue el primer país del mundo en asistir a los necesitados haitianos, y a pesar de la actual percepción, seguramente continuará haciéndolo por años.
La actual crisis domínico-haitiana
Toda nación soberana debe tener el derecho universal de establecer sus propias leyes internas y de definir su política internacional, especialmente cuando se trata de sus fronteras y reglas migratorias.
No obstante, y citando el popular refrán "del dicho al hecho es largo el trecho", ahora República Dominicana protagoniza una de las peores crisis de imagen de su historia, a raíz de la implementación de una nueva ley migratoria y la situación de estatus de miles de inmigrantes haitianos (y dominicanos de ascendencia haitiana) actualmente presentes en el país.
La crisis domínico-haitiana es el resultado de un debate pendiente que lleva siglos cocinándose entre ambos países, y que está marcado como tatuaje por las grandes diferencias históricas, culturales, religiosas, raciales, y hasta de idioma, que dividen a Haití y República Dominicana.
La raíz del problema...
Por cientos de años, los haitianos han inmigrado a República Dominicana para trabajar en las fábricas, la industria agrícola, la construcción y el sector de servicios. Para nadie es secreto que los haitianos realizan los trabajos que los dominicanos no quieren hacer en su propio país, pero que sí desempeñan en Europa y Estados Unidos.
Tradicionalmente, los hijos de los haitianos eran considerados "dominicanos" siempre y cuando podía comprobarse que habían nacido en territorio dominicano. Esto cambió en el año 2010, cuando República Dominicana aprobó una enmienda constitucional limitando otorgar la ciudadanía dominicana a los hijos de los inmigrantes legales o aquellos con por lo menos padre dominicano.
Entonces en el año 2013, un fallo judicial promulgó de retroactiva la ley migratoria de 1929, lo que convirtió a los dominicanos de descendencia haitiana en personas apátridas, sin una nacionalidad específica de origen.
En un intento por "solucionar" esta disyuntiva, el año pasado República Dominicana aprobó una nueva ley que prometía restablecer la ciudadanía dominicana a los hijos de haitianos cuyos nacimientos estaban inscritos en el registro civil de la nación, y presentaba una oportunidad de naturalización para otros.
La fecha límite para inscribirse expiró a mediados de junio, y el gobierno dominicano supuestamente está instalando la logística para iniciar una repatriación masiva de haitianos.
Este fenómeno ha dividido a los dominicanos, dentro y fuera del país, y establecido la pauta para que República Dominicana se convierta en el epicentro de críticas a nivel internacional por el trato injusto de haitianos en su territorio.
Incluso, una enorme gama de políticos, activistas, medios, y empresarios (entre ellos el actual alcalde de Nueva York Bill de Blasio), han propuesto un boicot en contra de República Dominicana y su floreciente industria turística.
La imposibilidad de obtener documentos...
Lo cierto es que (y el gobierno dominicano no ha sabido enviar bien este mensaje) el actual programa migratorio dominicana es benévolo en el sentido de que establece un camino para hacerse ciudadanos dominicanos.
No obstante, un factor en común entre los inmigrantes haitianos y los dominicanos de descendencia haitiana es que la gran mayoría no pueden obtener la documentación que exige el Estado Dominicano para permanecer legalmente en Quisqueya.
Muchos haitianos, en especial los trabajadores agrícolas que son la columna vertebral de la industria azucarera dominicana, no tienen copias de sus certificados de nacimiento. El resultado: Sin papeles no ha ciudadanía dominicana y punto.
Para empeorar las cosas, del otro lado de la frontera domínico-haitiana el gobierno de Haití tampoco ha hecho mucho por agilizar los trámites y expedir los documentos necesarios.
Según cifras oficiales, se estima que en República Dominicana hay unos 460,000 inmigrantes haitianos (aunque algunos especulan que podrían ser más). Se calcula que unos 250,000 haitianos han iniciado el proceso de solicitud de residencia, y que sólo 10,000 cumplen con todos los requisitos de la ley.
Hasta la fecha, apenas unas 300 personas han recibido sus tarjetas de residencia, lo que coloca a cientos de miles de haitianos y sus descendientes dominicanos, en riesgo de ser deportados.
Es un fenómeno muy similar al que se vive en Estados Unidos, cuando las autoridades migratorias deportan a personas que no tienen conexión alguna con su país de origen. En el caso de los "haitianos", muchos nacieron en República Dominicana o han vivido allí por generaciones; sin nexos directos con Haití e incluso con la incapacidad de hablar francés o creole.
La guerra de palabras...
No hay dudas de que muchos dominicanos están pre
juiciados con el pueblo haitiano por los abusos cometidos durante su forzada ocupación de 22 años que terminó con la independencia de los dominicanos en 1844.
Haití y República Dominicana comparten una isla caribeña de apenas 76,480 kilómetros cuadrados (más pequeña que el estado de Carolina del Sur), todos tienen una opinión sobre la delicada situación domínico-haitiana.
El problema es que la desinformación es protagonista, y pocos presentan soluciones. Las ideas y sugerencias de algunos están empañadas por el patriotismo, y para ser sinceros, a la mayoría de los dominicanos que viven en la diáspora, les preocupa más la imagen internacional de República Dominicana que la crisis humanitaria por la que atraviesa el pueblo haitiano y su futuro dentro del territorio quisqueyano.
Si bien hay sectores que respaldan la repatriación de haitianos, los dominicanos que tienen la valentía de pronunciarse al respecto con frecuencia son tildados de pro-haitianos, anexionistas, y anti-patriotas; esto sin ventilar los matices políticos de la crisis que de inmediato se convierten en "críticas" al gobierno del Partido de la Liberación Dominicana y el presidente Danilo Medina.
Habrá que ver qué pasa en los próximos días, semanas y meses. Lo que sí está claro es que los miles de haitianos que hoy viven en República Dominicana de alguna manera ya son parte de la sociedad y, en vez de organizar un proceso de deportación masiva, lo que hace falta es un plan para ver cómo se soluciona el problema para que al final, los que tienen menos, también sufran menos.
El periodista Fernando Almánzar trabaja como Productor y Editor de Asignaciones en Telemundo, y ha sido galardonado con dos Premios Emmy como miembro del equipo del programa matutino "Un Nuevo Día".
La razón de sus "15 minutos de fama": Marmolejos dejó su bebé en casa y se trasladó a un hospital donde amamantó a unos 20 recién nacidos haitianos, sobrevivientes del devastador terremoto que destruyó a Haití en enero de 2010, que dejó entre 100,000 y 316,000 muertos.
El gesto de amor de Marmolejos es sólo un ejemplo de los muchos que demostró el pueblo dominicano cuando su vecino (Haití) necesitó la ayuda. República Dominicana fue el primer país del mundo en asistir a los necesitados haitianos, y a pesar de la actual percepción, seguramente continuará haciéndolo por años.
La actual crisis domínico-haitiana
Toda nación soberana debe tener el derecho universal de establecer sus propias leyes internas y de definir su política internacional, especialmente cuando se trata de sus fronteras y reglas migratorias.
No obstante, y citando el popular refrán "del dicho al hecho es largo el trecho", ahora República Dominicana protagoniza una de las peores crisis de imagen de su historia, a raíz de la implementación de una nueva ley migratoria y la situación de estatus de miles de inmigrantes haitianos (y dominicanos de ascendencia haitiana) actualmente presentes en el país.
La crisis domínico-haitiana es el resultado de un debate pendiente que lleva siglos cocinándose entre ambos países, y que está marcado como tatuaje por las grandes diferencias históricas, culturales, religiosas, raciales, y hasta de idioma, que dividen a Haití y República Dominicana.
La raíz del problema...
Por cientos de años, los haitianos han inmigrado a República Dominicana para trabajar en las fábricas, la industria agrícola, la construcción y el sector de servicios. Para nadie es secreto que los haitianos realizan los trabajos que los dominicanos no quieren hacer en su propio país, pero que sí desempeñan en Europa y Estados Unidos.
Tradicionalmente, los hijos de los haitianos eran considerados "dominicanos" siempre y cuando podía comprobarse que habían nacido en territorio dominicano. Esto cambió en el año 2010, cuando República Dominicana aprobó una enmienda constitucional limitando otorgar la ciudadanía dominicana a los hijos de los inmigrantes legales o aquellos con por lo menos padre dominicano.
Entonces en el año 2013, un fallo judicial promulgó de retroactiva la ley migratoria de 1929, lo que convirtió a los dominicanos de descendencia haitiana en personas apátridas, sin una nacionalidad específica de origen.
En un intento por "solucionar" esta disyuntiva, el año pasado República Dominicana aprobó una nueva ley que prometía restablecer la ciudadanía dominicana a los hijos de haitianos cuyos nacimientos estaban inscritos en el registro civil de la nación, y presentaba una oportunidad de naturalización para otros.
La fecha límite para inscribirse expiró a mediados de junio, y el gobierno dominicano supuestamente está instalando la logística para iniciar una repatriación masiva de haitianos.
Este fenómeno ha dividido a los dominicanos, dentro y fuera del país, y establecido la pauta para que República Dominicana se convierta en el epicentro de críticas a nivel internacional por el trato injusto de haitianos en su territorio.
Incluso, una enorme gama de políticos, activistas, medios, y empresarios (entre ellos el actual alcalde de Nueva York Bill de Blasio), han propuesto un boicot en contra de República Dominicana y su floreciente industria turística.
La imposibilidad de obtener documentos...
Lo cierto es que (y el gobierno dominicano no ha sabido enviar bien este mensaje) el actual programa migratorio dominicana es benévolo en el sentido de que establece un camino para hacerse ciudadanos dominicanos.
No obstante, un factor en común entre los inmigrantes haitianos y los dominicanos de descendencia haitiana es que la gran mayoría no pueden obtener la documentación que exige el Estado Dominicano para permanecer legalmente en Quisqueya.
Muchos haitianos, en especial los trabajadores agrícolas que son la columna vertebral de la industria azucarera dominicana, no tienen copias de sus certificados de nacimiento. El resultado: Sin papeles no ha ciudadanía dominicana y punto.
Para empeorar las cosas, del otro lado de la frontera domínico-haitiana el gobierno de Haití tampoco ha hecho mucho por agilizar los trámites y expedir los documentos necesarios.
Según cifras oficiales, se estima que en República Dominicana hay unos 460,000 inmigrantes haitianos (aunque algunos especulan que podrían ser más). Se calcula que unos 250,000 haitianos han iniciado el proceso de solicitud de residencia, y que sólo 10,000 cumplen con todos los requisitos de la ley.
Hasta la fecha, apenas unas 300 personas han recibido sus tarjetas de residencia, lo que coloca a cientos de miles de haitianos y sus descendientes dominicanos, en riesgo de ser deportados.
Es un fenómeno muy similar al que se vive en Estados Unidos, cuando las autoridades migratorias deportan a personas que no tienen conexión alguna con su país de origen. En el caso de los "haitianos", muchos nacieron en República Dominicana o han vivido allí por generaciones; sin nexos directos con Haití e incluso con la incapacidad de hablar francés o creole.
La guerra de palabras...
No hay dudas de que muchos dominicanos están pre
juiciados con el pueblo haitiano por los abusos cometidos durante su forzada ocupación de 22 años que terminó con la independencia de los dominicanos en 1844.
Haití y República Dominicana comparten una isla caribeña de apenas 76,480 kilómetros cuadrados (más pequeña que el estado de Carolina del Sur), todos tienen una opinión sobre la delicada situación domínico-haitiana.
El problema es que la desinformación es protagonista, y pocos presentan soluciones. Las ideas y sugerencias de algunos están empañadas por el patriotismo, y para ser sinceros, a la mayoría de los dominicanos que viven en la diáspora, les preocupa más la imagen internacional de República Dominicana que la crisis humanitaria por la que atraviesa el pueblo haitiano y su futuro dentro del territorio quisqueyano.
Si bien hay sectores que respaldan la repatriación de haitianos, los dominicanos que tienen la valentía de pronunciarse al respecto con frecuencia son tildados de pro-haitianos, anexionistas, y anti-patriotas; esto sin ventilar los matices políticos de la crisis que de inmediato se convierten en "críticas" al gobierno del Partido de la Liberación Dominicana y el presidente Danilo Medina.
Habrá que ver qué pasa en los próximos días, semanas y meses. Lo que sí está claro es que los miles de haitianos que hoy viven en República Dominicana de alguna manera ya son parte de la sociedad y, en vez de organizar un proceso de deportación masiva, lo que hace falta es un plan para ver cómo se soluciona el problema para que al final, los que tienen menos, también sufran menos.
El periodista Fernando Almánzar trabaja como Productor y Editor de Asignaciones en Telemundo, y ha sido galardonado con dos Premios Emmy como miembro del equipo del programa matutino "Un Nuevo Día".
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