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La tinta de la Operación Calamar

Por Franklin Báez Brugal
Revista Dominical Dejando Huellas

SANTO DOMINGO - El Ministerio Público de República Dominicana sigue navegando por aguas turbulentas, tratando de "pescar" moluscos cefalópodos de la variedad gigante y hace poco lanzó la llamada "Operación Calamar" para atraparlos.

A un grupo de personas afines a los primeros apresados en la mencionada pesquisa, no les ha gustado el proceder de los fiscales, y dicen que esa fijación con los exfuncionarios del gobierno del expresidente Danilo Medina no tiene otro propósito que desacreditar su labor y facilitar la reelección de Luis Abinader Corona.

Y es que hasta el momento no se persiguen a quienes fueron colaboradores de los expresidentes Leonel Fernández e Hipólito Mejía, ni a los miembros del actual gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM), donde según ellos existe mucha tela por donde cortar.

Soy de opinión que el orden de los factores no altera el producto, y que en cualquier momento podrían iniciarse nuevos procesos que involucren a quienes esos comentarios señalan.

La realidad del caso es que en República Dominicana la corrupción se ha convertido en un fenómeno sistémico; una hidra de siete cabezas que, por donde quiera asoman, controlar este flagelo no es tarea fácil.

Por eso admiro y respeto a quienes se dedican a ello de manera seria y responsable, poniendo en riesgo su tranquilidad y la paz de sus familias.

Antes resultaba muy difícil detectar asociaciones entre contratantes y contratados, así como saber el monto recibido por la concesión de un permiso, la aprobación de una compra, un contrato, o la gestión de un pago, etc. Hoy, la informática -y el terror de terminar en la cárcel que algunos tienen- facilitan la obtención de esas informaciones.

Las señaladas prácticas de corrupción antes no implican ningún riesgo para quienes las cometen; pruebas al canto, los sometimientos a la justicia de funcionarios públicos y políticos fueron muy pocas y selectivas.

Las condenas no se produjeron, a pesar de los súbitos cambios de estilos de vida, y el ofensivo y público derroche de que hacían gala algunos de ellos.

Hoy en día los hechos indican que el que la hace corre un gran riesgo de pagar por sus hechos. Es la única manera de controlar esa plaga que afecta a República Dominicana y que, en los últimos tiempos, había sobrepasado la etapa de los sobornos y comisiones, para convertirse en un entramado de intereses en donde se mezclaban iniciativas empresariales, tráfico de influencias y las más variadas prácticas para desfalcar al Estado.

Ahora bien, es evidente que tenemos un profundo problema que afecta a nuestra sociedad, una deficiente educación y un consumismo desenfrenado; mezcla que lleva a muchos a creer que llegar a una posición pública es la oportunidad de su vida y que si no la aprovechan es un pendejo.

A otros, a pesar de tener buena posición económica, el poder los enloquece y pierden el rumbo cometiendo hechos que desde su particular punto de vista, no son incorrectos y la gran masa carente de casi todo, con innumerables necesidades insatisfechas, que se agarra hasta de un clavo ardiendo.

Por esas razones es que cada cierto tiempo aparecen algunos individuos, a veces de izquierda, otras de derecha, unos con estilos liberales y otros autoritarios, que se presentan como los salvadores del mundo, con planes muy fáciles de vender, pero muy difíciles de ejecutar.

Una vez llegan al poder, en la mayoría de los casos, sumen a sus países en el caos económico, acompañando ese desastre con una pérdida de libertades y un debilitamiento de la institucionalidad. Por eso es por lo que escuchar esos cantos de sirena es muy peligroso.

Aquí en nuestro país, aunque las aguas se enturbian con la tinta que expelen los calamares cuando están en peligro, tenemos que admitir que en materia judicial hemos avanzado.

La Procuraduría General de la República está haciendo lo que la Ley le ordena, queda en mano de los acusados y sus abogados demostrar su inocencia, independientemente de lo que digan las redes este es el procedimiento que se tiene que cumplir y el que los ciudadanos conscientes tenemos que apoyar.

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