Rechazo a la propuesta de crear campos de refugiados haitianos en República Dominicana
Por Johnny Sánchez
Especial para Mi Tierra News
Imponer presión mediática, diplomática y comercial en contra de República Dominicana para que los quisqueyanos acepten en su tierra campos de refugiados humanitarios para albergar a miles de haitianos es un chantaje vil que no se justifica, sobre todo con el alto costo de recursos que sabemos los países más pudientes no subsidiarán.
Sabemos que los refugiados haitianos que ingresen al territorio dominicano utilizarán su agua potable y servicio eléctrico, combustibles y pondrían en riesgo la seguridad alimentaria de los dominicanos. El reto es conseguir que, en medio de semejante crisis, el mundo apoye a República Dominicana como uno de los principales paraísos turísticos del Caribe, visitando nuestras playas e interactuando con su mejor producto: la bondad de su gente.
Para nadie es secreto que República Dominicana está siendo poco a poco invadida por inmigrantes haitianos que entran de forma ilegal al suelo quisqueyano. Lo peor: la crisis social, política y económica que vive Haití es cada vez peor y no parece tener una solución inmediata, a pesar de que para muchos se ha convertido en un negocio muy lucrativo.
Por mucho tiempo República Dominicana ha sido tímida en su política de repatriación de ilegales haitianos por temor a críticas internacionales, las presiones de las organizaciones no-gubernamentales, y otros cientos más dentro del Caucus Demócrata del Congreso en Washington que no quieren que sea Estados Unidos u otros países que se hagan responsables de los haitianos, poniéndole la culpa al vecino dominicano bajo la falsa premisa de que la isla es una e indivisible.
Nadie dice nada cuando Cuba, Bahamas y otras islas del Caribe deportan a los haitianos desde el momento que pisan sus playas. En Estados Unidos, incluso, se han reportado incidentes en donde los haitianos han sido perseguidos con caballos y fustas, como en los tiempos del lejano Oeste.
En República Dominicana hay escuelas públicas donde el 60% de los estudiantes son de origen haitianos, y hospitales con más de 50% de las parturientas provenientes de Haití, a un costo que sobrepasa los RD$11 millones de pesos dominicanos mensuales.
A esto se le suman los 900,000 haitianos que trabajan de manera formal e informal en el territorio dominicano, ocupando puestos laborales en todos los sectores de la economía quisqueyana y enviando en remesas a Haití alrededor de US$850 millones de dólares anuales.
República Dominicana ha hecho demasiado por Haití, y al mismo tiempo, los haitianos por los dominicanos, aportando su mano de obra en trabajos que a los dominicanos no les interesa realizar. Pero todo tiene un límite, por lo que hay que amurallar la frontera, aunque se mantengan los mercados binacionales y se le exporta combustible y alimentos para paliar la crisis.
República Dominicana tiene 2.3 millones de pobres que atender y esa debe ser una prioridad para los dominicanos. El presidente Luis Abinader Corona está haciendo lo correcto con relación a Haití y cuenta con el apoyo casi total de los dominicanos.
Pero no podemos dejar al presidente solo en este delicado asunto, ni que ciertos políticos oportunistas estén cuestionando públicamente sus decisiones sobre Haití, porque eso nos debilita a los ojos del mundo.
La Isla Gonaïve o la Tortuga, tierra haitiana, con fuerza militar internacional para poner orden y crear casas de campañas en dos días es la solución, países ricos paguen todo ese costo y nosotros mandaremos soldados a esa fuerza mixta que instalen, eso se puede hacer.
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