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La seguridad del presidente Luis Abinader Corona, un asunto preocupante


Por Fernando Almánzar
Mi Tierra News

MIAMI, Florida - Aprender de nuestros errores y de los errores de los demás… Esa quizás es la filosofía que nosotros, como seres humanos (supuestamente inteligentes), deberíamos adoptar para evitar que se repitan sucesos desagradables en nuestras vidas y, por qué no, en la sociedad que nos rodea…

Nuestras "metidas de pata" deberían hacernos más sabios, enseñándonos a ser menos propensos a que nos ocurran cosas malas. El sentido común, por ejemplo, nos enseña que, si manejamos por una calle que se inunda cuando llueve, la próxima vez que caiga un aguacero busquemos una vía alterna.

Lo mismo se aplica en términos de seguridad. Cuando se meten a robar en una casa, lo primero que el dueño hace es poner rejas y comprar candados. Y es que, como sugiere la famosa canción de Julio Iglesias, nadie quiere "tropezar de nuevo con la misma piedra".

Escribo este comentario en forma de desahogo para compartir la enorme preocupación que desde hace unos días siento por el presidente de República Dominicana, Luis Abinader Corona.  Y no es que tenga información privilegiada sobre alguna amenaza concreta que pudiera haber recibido el mandatario quisqueyano o que yo sea un experto en protocolos de riesgos y seguridad.

No obstante, mis cuatro años de experiencia militar como miembro de la Armada de Estados Unidos y mis casi tres décadas como periodista, me han enseñado bastante sobre el manejo de los dispositivos de seguridad alrededor de personalidades y jefes de estado.

A lo largo de los años, son demasiados los encuentros, entrevistas y cumbres de presidentes que me han tocado cubrir como comunicador y en todas, siempre ha existido un común denominador: las estrictas medidas de seguridad implementadas para proteger a los mandatarios y sus allegados.

Los detectores de metales para buscar armas de fuego y las revisiones individuales son más que obligatorias. También lo son la inspección de bolsos, carteras y mochilas, ya sea de manera visual y física o con máquinas de rayos-x. En algunos casos más estrictos, hasta perros olfateadores de explosivos son utilizados.

Recuerdo, por ejemplo, que cuando viajé a Santo Domingo en 1998 para cubrir la VIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno, cada vez que entrábamos al Hotel Jaragua del Malecón, la seguridad obligaba a la prensa a desarmar por completo las cámaras que llevaba en busca de armas escondidas.

Eso, lamentablemente, no pasó aquí en Miami el pasado sábado, 28 de enero. Ese día, asistí a una charla protagonizada por el presidente Abinader Corona, realizada en el Recinto Wolfson del Miami-Dade College, un importante centro universitario del sur de Florida.

Me sorprendió la notable falta de seguridad en el lugar para proteger al presidente dominicano… ¡Y no es que no haya agentes presentes! En el lugar pude contar a dos policías uniformados y por lo menos cuatro agentes más vestidos con ropa de civil. Es probable que haya habido más encubiertos que yo no identifiqué. Me parece, sin embargo, que no eran suficientes agentes para "vigilar" a un auditorio que estaba abarrotado con unas 450 personas, aunque la mayoría eran simpatizantes de Abinader Corona y del Partido Revolucionario Moderno.

Pero la aparente falta de personal de seguridad no fue el mayor problema. Lo grave de la situación fue que a ninguno de los que entramos al lugar se nos revisó para determinar si estábamos armados o no. En la puerta no había detectores de metales, y los agentes tampoco revisaron a las personas de manera individual, ni los bolsos, ni las carteras o ni las mochilas que algunos llevaban consigo.

Cualquier individuo sin mucho esfuerzo, hubiera podido entrar al recinto con un arma de fuego escondida y, en un momento de descuido, atentar contra la vida del presidente Abinader Corona o cualquiera de los presentes.

Esto es una realidad, especialmente aquí en el Estado de Florida donde comprar -de manera legal- un revólver, una pistola y hasta un rifle de asalto semiautomático, es tan fácil como comprar una camisa o un par de zapatos en la tienda. Cualquiera con $200 dólares, puede comprar un arma sin ni siquiera pasar una verificación de sus antecedentes penales o una evaluación de su salud mental.

Un tiroteo durante el acto de Abinader Corona hubiera sido trágico, y a la vez, un incidente de índole internacional; no solamente por las posibles pérdidas humanas sino por el alto pedigrí de algunos de los presentes… En el lugar estaban, además del mandatario dominicano, diplomáticos de varios países, altos dirigentes políticos y funcionarios de diferentes niveles de los gobiernos de Estados Unidos y República Dominicana.

Mi efervescencia de periodista me obligó a preguntarle a uno de los coordinadores ¿por qué no había detectores de metales?, y ¿por qué, si en el lugar se esperaba el presidente de República Dominicana, la seguridad no registró a los presentes para determinar si alguien estaba armado?

Tristemente, recibí una ingenua respuesta… "¡Tranquilo Fernando!, la seguridad aquí está pendiente de todo", me dijo. "Si alguien intenta cualquier cosa contra el presidente, ellos le caen arriba en un segundo".

El ignorante comentario me obligó a bajar la cabeza y regresar a mi asiento, completamente consciente de que esa persona que me habló jamás ha disparado un arma. Esa persona, cuyo nombre me reservo para públicamente, desconoce totalmente que, dependiendo del arma y de su calibre, una bala puede viajar entre 100 y 400 millas por hora. Ningún agente de seguridad, por más capaz y ágil que sea, puede moverse a esa velocidad. En un segundo, saca un arma, dispara y mata a cualquiera, ¡punto!

No sé qué protocolos existen en República Dominicana para proteger al presidente Abinader Corona. Lo que sí sé es que, al menos aquí en Miami, en el evento que acudí para escucharlo hablar, la seguridad fue un fracaso. Cuando el mandatario terminó de hablar, decenas de simpatizantes lo rodearon, y mientras era lentamente escoltado para salir del salón, la gente lo paró para hablar, pasarle sobrecitos y tirarse fotos con él, en lo que mi opinión fue una segunda falla de la seguridad. Nadie debe poder acercarse tanto al presidente sin previamente haber sido revisado por armas.

Por eso ahora planteo la siguiente pregunta: ¿Por qué no aprendemos de nuestros errores para evitar que se repitan sucesos desagradables?

Apenas han pasado siete meses desde que Orlando Jorge Mera, entonces ministro de Medio Ambiente, fuera abatido a tiros en su propio despacho por un amigo -casi hermano- que fue a visitarlo para "hablar" con él. Está también el terrible caso del alcalde de Santo Domingo Este, Juan de los Santos, quien en diciembre de 2015 fue asesinado por un supuesto socio y amigo que le propinó cuatro disparos.

Parecería que la seguridad que cuida al presidente Abinader Corona no aprendió nada de estos sangrientos e irreparables incidentes. Lo único que sé es que "el Diablo es puerco" y, cuando le da la gana, hace daño. Y, faltando 15 meses para las elecciones de República Dominicana, me atrevería a decirle a Abinader Corona, "¡Cuídese señor presidente!, porque parece que incluso algunos a su alrededor, hoy no lo quieren". Yo soy Fernando Almánzar y así veo las cosas…

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