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República Dominicana no tiene que justificar su política migratoria

Por Fernando Almánzar
Mi Tierra News

MIAMI, Florida - En la vida hay cosas que uno nunca quiere enfrentar, como por ejemplo ser enviado a prisión o a combatir en una guerra, caerse de un caballo o por unas escaleras, y hasta someterse a un tratamiento de canal, aunque el dentista que haga el trabajo sea alguien de confianza.

Lo mismo pasa con la problemática haitiana… Es un tema del cual simplemente casi nunca quiero tocar porque piense lo que piense, diga lo que diga o escriba lo que escriba, al concluir mis ideas, nada va a cambiar y seguramente, seré incapaz de satisfacer todos los puntos de vista a mi alrededor.

No obstante, como profesional de la comunicación es imposible "tapar el sol con un dedo" y analizar la situación domínico-haitiana es tan obligatorio -y vergonzoso- como cuando le "prestamos" el ano al médico gastroenterólogo para que nos realice una colonoscopia en las profundidades de nuestros intestinos. 

La crisis haitiana (y sobre todo las recientes tensiones entre Haití y República Dominicana) es tan compleja como el eterno conflicto en Medio Oriente que por siglos ha enfrentado a Israel y Palestina, y que tampoco parece resolverse a pesar de todos los esfuerzos para limar asperezas y promover la paz en la región.

Me queda claro que Haití continuará sumergida en el caos; con un gobierno inservible y pandillas de delincuentes controlando el destino de sus más de 11.5 millones de habitantes, mientras la amplia mayoría de los haitianos sufren de desesperación, pobreza, hambre, enfermedades contagiosas y múltiples calamidades adicionales sin solución inmediata.

Lo peor: Todos sabemos que la comunidad internacional hoy le da la espalda a Haití; pero también a República Dominicana, ese vecino fronterizo con quien comparte la Isla Hispaniola y que, a pesar de sus propias dificultades económicas, por décadas ha sido el refugio de cientos de miles de haitianos, dándoles trabajo, servicios de salud y un lugar menos malo en donde vivir.

Y sí, es cierto que la relación domínico-haitiana no ha sido nada cordial en los últimos dos siglos… Los haitianos han ocupado el suelo dominicano por la fuerza. También han matado dominicanos, abusado de su gente y destruido importantes recursos en el lado quisqueyano.

Pero los dominicanos también han sabido esclavizar a los haitianos, pagándoles centavos por su mano de obra, y masacrado a su gente en varias instancias a través de la historia, como la matanza ordenada en 1937 por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, quien segó la vida de entre 18,000 y 35,000 haitianos en lo que hoy se conoce como el Río Masacre, en la frontera entre Haití y República Dominicana.

Las marcadas diferencias raciales, culturales, religiosas y de idioma que separan a haitianos y dominicanos se han encargado de sembrar odio y discriminación entre ambas naciones, como si fueran "gallos de pelea", siempre con las espuelas puestas y en el centro de la arena. 

Habiendo dicho esto, es vital reiterar que, en síntesis, la presencia ilegal de haitianos en suelo dominicano es un tema de soberanía. República Dominicana ya no puede hacerse responsable de los problemas de Haití y, como nación independiente tiene la potestad de establecer una estricta política migratoria que proteja sus fronteras y a sus ciudadanos.

República Dominicana tiene el derecho de frenar la entrada ilegal de migrantes y de deportar los que estén en su territorio sin documentos, no importa el país de donde vengan. Punto.

El problema radica en que, alimentados por las redes sociales, los chats de WhatsApp y comunicadores inescrupulosos que hablan frente a las cámaras y detrás de los micrófonos de manera especulativa, sin datos concretos y avivando teorías infundadas de conspiración, con demasiada frecuencia hacen que la pasión -y en este caso el patriotismo- se coloque por encima de la verdad y la razón.

Por ejemplo, aunque los dominicanos -y en especial sus autoridades migratorias- lo nieguen, en el último año República Dominicana repatrió a unos 1,800 menores haitianos sin la compañía de sus padres, según una denuncia hecha la semana pasada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, conocido como UNICEF por sus siglas en inglés.

Insisto, para resolver la invasión de haitianos, República Dominicana tiene que construir su muro fronterizo, actuar de manera firme y sin temor a lo que piense la comunidad internacional. Pero enviar a niños sin sus padres a ese infierno llamado Haití, no es lo correcto; sobre todo sabiendo lo benévolo y generoso que es el pueblo dominicano, siempre con una sonrisa dibujada en su rostro y dándole la mano a cualquier extranjero que pisa su paradisiaco territorio.

Es válido mencionar además que la política migratoria estadounidense también es un fracaso; y lo peor, es que tiene doble cara. Estados Unidos por un lado les abre la puerta a algunos y, al mismo tiempo, le tira esa misma puerta en la cara a otros, como por ejemplo los haitianos.

Sin embargo, República Dominicana no gana nada cuando, para justificar sus propias medidas de deportación, personas desinformadas arremeten contra Estados Unidos y los "latigazos" que por años le han propinado a la comunidad haitiana y los inmigrantes en general. Criticar la mediocre política migratoria estadounidense no sirve para nada.

Desde septiembre de 2021, Estados Unidos ha deportado a cerca de 30,000 haitianos y a la vez ha impedido la entrada a su territorio de otros miles que permanecen varados al sur de su frontera en el lado mexicano. El presidente Joe Biden no ha sabido hacerle frente a la crisis migratoria, ni mucho menos solucionar el atolladero que generó su predecesor, el expresidente Donald Trump, quien con su estricta e intolerante política de deportaciones separó a más de 5,500 niños menores de sus padres.

Nadie, ni Estados Unidos ni ningún otro país del mundo quiere hacerle frente a la "papa caliente" de la crisis haitiana. Ahora la administración Biden considera "ponerle una curita" al problema habilitando la Base Naval de Guantánamo en Cuba para albergar a los haitianos. Pero ¿por cuánto tiempo? Y, quizás más importante, ¿a cuántos?; ¿a 30,000?, ¿40,000?, ¿50,000? Sin una intervención internacional en Haití, que sepa agarrar el toro por los cuernos, el problema seguirá empeorando.

Mientras tanto, si Estados Unidos decide enemistarse de Quisqueya, imponer sanciones económicas y alertar a sus nacionales de la raza negra para que sean cuidadosos al interactuar con las autoridades dominicanas, ¡que lo hagan! República Dominicana tiene el derecho de ofertarle sus productos y servicios a cualquier país del mundo; y, en cuanto al turismo se refiere, ¡tranquilos! Recordemos que un alto número de los visitantes que anualmente disfrutan de las playas dominicanas provienen de Europa. 

En conclusión, además de construir su muro fronterizo y de ratificar las deportaciones de haitianos, el Gobierno Dominicano también tiene que empezar a sancionar a las empresas que contratan a haitianos sin documentos.

El sector comercial dominicano por años ha sido parte del problema migratorio al contratar haitianos para no pagarle un salario justo a sus propios nacionales. Hasta que esto no suceda, seguiremos tratando este complicado tema del cual nunca quiero pensar, hablar o escribir. Yo soy Fernando Almánzar y así veo las cosas…

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