Los Estados "Desunidos" de América y el divisionismo social que enfrenta…
Por Fernando Almánzar
Mi Tierra News
Casi desde su nacimiento hace ya 246 años, Estados Unidos ha sido una de las principales potencias del mundo... Esta gran nación ha peleado en guerras mundiales y enfrentado ataques terroristas y desastres naturales. También mortíferas crisis de salubridad; esclavismo, segregación y discriminación racial; bancarrotas y colapsos económicos; y hasta escándalos políticos en el corazón de su Poder Ejecutivo, durante las presidencias de Richard Nixon y Bill Clinton.
En este momento, sin embargo, esta gran nación está enferma de un cáncer jamás visto. Un feroz divisionismo social que promueve el odio y el rechazo, y a la misma vez, estanca su futuro.
Lo peor: Los promotores de esta polarización nacional son personas que, supuestamente, quieren lo mejor para su país. Se autodenominan patriotas, y aseguran ser fervientes creyentes de la Constitución, la libertad y la justicia.
Hoy en Estados Unidos estamos divididos entre demócratas y republicanos. Entre liberales y conservadores. Entre moderados y radicales. La nación está fraccionada por gente que lucha con tanto ahínco y fidelidad a sus principios que cada día, una mitad de ellos está más dispuesta a terminar con la otra.
Por ejemplo... Medidas de salubridad para hacerle frente a la pandemia, como el uso de mascarillas en público y el requisito de vacunación para viajar y trabajar, son vistas por algunos como un atentado a sus derechos constitucionales.
Lo mismo ocurre con las propuestas para regular el acceso a las armas de fuego. En momentos cuando en lo que va de año, en el país se han reportado 450 tiroteos masivos, y cerca de 30,000 personas han muerto a consecuencia de disparos, todavía hay quienes opinan que el derecho de portar armas que les otorga la Segunda Enmienda de la Constitución es algo sagrado, intocable y que no debe ser cambiado.
A esto se le suman temas como el derecho al aborto, los matrimonios de parejas del mismo sexo, y qué hacer con los millones de inmigrantes indocumentados, asuntos que indudablemente le añaden leña al fuego del agobiante divisionismo que sufre hoy día la nación americana.
La tolerancia en Estados Unidos se fue de vacaciones, y parecería que con un pasaje de ida y sin retorno. Es como si algunos de los ciudadanos quisieran eliminar al país. No existe un debate civilizado, y todo el que piensa diferente a uno, automáticamente se convierte en enemigo.
En las últimas semanas, las noticias han estado protagonizadas por los problemas legales del expresidente Donald Trump, quien todavía no ha sido juzgado y actualmente está siendo investigado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Y no es que yo, a título personal, esté en contra de Trump. Lo que ocurre es que cuando la evidencia presentada incrimina a una persona, es muy difícil querer tapar el Sol con un dedo.
En el Congreso, un comité investigador presentó una montaña de evidencias en contra del exmandatario, que demostró cómo éste movió todas las fichas a su alcance para revertir el resultado de la elección de noviembre de 2020, que le dio la victoria al presidente Joe Biden.
Trump nunca ha reconocido su derrota. Mintió entonces -y sigue mintiendo hoy- sobre el infundado fraude electoral en su contra. También se sabe que fue él quien convocó a una turba de miles de seguidores para que ingresaran por la fuerza al edificio del Capitolio, el 6 de enero de 2021, e interrumpieran el conteo final de votos del Colegio Electoral, en lo que fue uno de los peores días para la democracia.
El más reciente escándalo del expresidente Trump cobra vida a raíz del allanamiento, el pasado 8 de agosto, de su mansión de Mar-A-Lago, en Palm Beach, Florida, cuando agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) encontraron 15 cajas repletas de documentos oficiales, de los cuales 67 eran de índole "confidencial", 92 "secretos" y 25 "ultrasecretos".
Por eso Trump ahora está siendo acusado por el Departamento de Justicia de haber escondido o cambiado de lugar documentos clasificados del gobierno; una situación que pudo haberse evitado ya que, por más de siete meses, la administración Biden le pidió que devolviera todo lo que se llevó de la Casa Blanca antes de abandonar su puesto.
La buena noticia para Trump es que en Estados Unidos todo ciudadano es considerado inocente hasta que se pruebe lo contrario. Pero claro, para esto, el acusado debe ser sometido a un proceso judicial donde las evidencias presentadas demuestran si es culpable o no.
El problema radica en que, el voraz divisionismo sociopolítico que padece Estados Unidos, ni siquiera quiere que Trump tenga su día en corte. Esta semana, por ejemplo, el Senador Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur y una de las principales voces conservadoras del Partido, auguró que, si Trump es enjuiciado, "habría disturbios y violencia en las calles".
Lo triste del caso es que Graham no es el único. Algunos analistas han vaticinado incluso que, si Trump es llevado a juicio o encontrado culpable de los delitos de los que se acusa, en Estados Unidos podría estallar una guerra civil.
En otros tiempos, yo hubiera descartado por completo estos pronósticos distópicos. Pero al ser testigo del marcado divisionismo por el que atraviesa el país, no me sorprendería si los mismos seguidores de Trump que asaltaron el Capitolio el 6 de enero de 2021, mañana salen a protestar violentamente por las calles porque su líder está siendo acusado de delitos criminales.
El presidente Biden está consciente de esta situación. Durante su campaña prometió trabajar para "unificar al país", y el pasado jueves por la noche viajó a Filadelfia, precisamente al lugar en donde en 1776 se firmó la Constitución y Declaración de Independencia de Estados Unidos, para promulgar un discurso que tituló "El Alma de América".
Con sus palabras le hizo un llamado al pueblo estadounidense a resistir las amenazas contra su democracia, y acusó a Trump y a sus seguidores del movimiento "Make America Great Again" (que se traduce en "Hagamos que Estados Unidos Vuelva a ser Grande"), de "promover líderes autoritarios que avivan las llamas de violencia política".
Según Biden, Trump y un pequeño grupo de líderes republicanos hoy "representan un extremismo que amenaza los cimientos de la República" estadounidense.
Para nadie es secreto que Trump es una fuerza importante en la política de Estados Unidos y, si se postula de nuevo para la presidencia, es muy probable que regrese a la Casa Blanca. Más allá de la intoxicante popularidad de Trump, hay que estar claros que Biden tampoco es la mejor opción para continuar gobernando cuatro años más.
Demócratas y republicanos necesitan sangre nueva qué, en vez de polarizar al país, de nuevo siembren la semilla de la unidad que caracteriza a este gran país, que por algo se llama "Estados Unidos". Yo soy Fernando Almánzar y así veo las cosas...
El periodista Fernando Almánzar es ganador de tres Premios Emmy a la excelencia en la producción de televisión, y actualmente trabaja en Miami como productor y editor de asignaciones de CNN en Español.
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